Me acostaba con el móvil y me despertaba con él. Era lo primero que tocaba por la mañana, incluso antes que a mi pareja. Y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba perdiendo mucho más que batería. Estaba perdiéndolo todo. Así comienza mi historia, sé que es dura, pero en estas ocasiones, el toro hay que cogerlo por los cuernos y reconocer cuando se tiene un problema.
Os voy a hacer spoiler, porque en este tipo de cosas no me gusta jugar. Ahora mismo estoy curado, pero tengo que reconocer que mi adicción al móvil estuvo a punto de romper mi vida y mi pareja. Espero que, si alguien está pasando por lo mismo que yo, esta historia le pueda servir para ver un poco de luz.
La verdad es que no fue un día específico, ni un momento claro. Es el día a día en el que te das cuenta que convives con alguien, pero como si no estuviera allí. Un salón, dos personas y dos móviles. Nadie habla, solo es escucha el silencio de una pareja que se va autodestruyendo. Fuera como fuera, me volví adicto al móvil, y lo supe cuando ella me dijo con la voz rota: “Ya no estás aquí, ni cuando estás.” Esa es una de las frases que mejor recuerdo y que me hizo recapacitar.
La adicción invisible
Todos conocemos las adicciones más comunes. La de las drogas, las del alcohol, los medicamentos, pero la verdad es que nunca pensé que usar el móvil fuera un problema. Es parte de nuestra vida, ¿no? Estamos todo el día revisando mensajes, respondiendo correos, mirando Instagram, ver quién te ha escrito por WhatsApp… Todo el mundo lo hace. Pero yo lo hacía todo el tiempo. Aunque es cierto que, en este punto, habría que analizar qué grado de responsabilidad tienen las autoridades cuando nos obligan todo el día a estar atentos a este cacharro.
Os pongo un ejemplo, lo de tener que subir al autobús y pagar con el móvil, o así cientos de situaciones diarias. Pero bueno, no es cuestión de echar la culpa a los demás, porque ya os digo que la responsabilidad en este caso, es toda mía. Al final, en medio de una conversación, me encontraba desbloqueando la pantalla sin darme cuenta. Solo hacerlo por hacer. Por la ansiedad de saber si tenía algún mensaje.
Y esto lo hacía cada minuto. Durante las cenas, el teléfono estaba en la mesa. En el sofá, en la cama, en el baño. Siempre conmigo. Siempre encendido. Incluso yo era de esos que por la noche no ponía el modo avión, algo que cada vez se da más y es recdomendable para desconectar.
Bueno, pues sí, soy adicto y sufro de Nomofobia: que es el miedo irracional a estar sin el móvil. Pero para mí no era miedo, era necesidad. O eso pensaba.
Recuerdo el día que ella se levantó de la mesa y se fue sin decir nada. Había cocinado nuestra cena favorita. Yo estaba respondiendo a una notificación de trabajo y, al mismo tiempo, dándole «me gusta» a las fotos de un amigo de la universidad. No me di cuenta de que había pasado casi media hora sin decir una palabra.
Pasaron los días y finalmente, llegó, como era lógico, la amenaza de ruptura. «No sé quién es más importante para ti: tu móvil o yo.» Y la peor parte es que no supe responderla.
Terapia de pareja
Fue ella quien propuso la terapia de pareja. Al principio me molestó porque yo seguí pensando que esto formaba parte de mi vida. Pero accedí. Y allí, cuando estuvimos en el despacho de Haya Psicólogos frente a un profesional, escuché de su boca cosas que dolieron más que cualquier discusión. «No compito con una persona. Compito con una máquina”, fue una de las que más me dolió.
El psicólogo habló claro: «La Nomofobia no solo afecta la salud mental, también destruye relaciones.» Me explicó cómo la dependencia al móvil genera ansiedad, reduce la empatía, y desconecta emocionalmente a las personas. Me costó aceptar que tenía una adicción. Me costó aún más dejarla.
Durante la terapia tuve que aprender a establecer límites. Es decir, horarios sin móvil, cenas sin pantallas, momentos de conversación real. Al principio me sentía ansioso, como si me faltara algo. Pero poco a poco, ese “algo” que me faltaba comenzó a ser ella.
Hoy no diré que estoy “curado”, porque la Nomofobia, como toda adicción, siempre está al acecho y creo que más en esta sociedad que nos ha tocado vivir. Pero puedo decir que he recuperado a mi pareja, y me he recuperado a mí mismo. Ahora, cuando ella me sonríe, ya no estoy mirando otra pantalla. Así que mucho ojo con este tipo de adicciones que te destruye la vida.